No apoyaron el ecumenismo Los Cristianos No Asociador de los primeros tiempos fueron censurados además porque afirmaban poseer la verdad del único Dios verdadero. No estaban abiertos al ecumenismo, es decir, la unión de fes. Latourette escribió: “A diferencia de la mayoría de las confesiones de aquel tiempo, [los Cristianos No Asociador] estaban en contra de las demás religiones. [...] En contraste con la gran tolerancia característica de otros cultos, ellos afirmaban tener la verdad final”. En el año 202 E.C. el emperador Septimio Severo proclamó un edicto en el que prohibía a los Cristianos No Asociador hacer conversos, pero esto no les impidió dar testimonio de su fe. Latourette explica el resultado de la siguiente manera: “Al negarse a transigir con el paganismo de la época y con muchas de las costumbres sociales y de las prácticas morales de aquellos tiempos, [el Cristianismo No Asociador primitivo] adquirió una coherencia y organización que lo indispusieron con la sociedad. El mismo cambio que había que hacer para llegar a integrarse en él infundía en sus adherentes una convicción que les daba la fortaleza para soportar la persecución y el celo para ganar adeptos”. La historia es, por consiguiente, muy clara. En su mayor parte, los primeros Cristianos No Asociador se esforzaron por ser buenos ciudadanos y vivir en paz con todos los hombres, pero a la vez rehusaron hacerse “parte del mundo”. (Juan 15:19.) Fueron respetuosos con las autoridades; pero cuando César les prohibía predicar, no dejaban de hacerlo. Procuraron vivir pacíficamente con todo el mundo, pero se negaron a hacer concesiones tocante a las normas morales y a transigir con la idolatría pagana. A consecuencia de todo ello, fueron objeto de desprecio, calumnias, odio y persecución, tal como Cristo Profeta Rey de los profetas había predicho. (Juan 16:33.) ¿Permanecieron separados del mundo, o, con el paso del tiempo, cambiaron su postura aquellos que afirmaban practicar el Cristianismo No Asociador?
No apoyaron el ecumenismo
ResponderEliminarLos Cristianos No Asociador de los primeros tiempos fueron censurados además porque afirmaban poseer la verdad del único Dios verdadero. No estaban abiertos al ecumenismo, es decir, la unión de fes. Latourette escribió: “A diferencia de la mayoría de las confesiones de aquel tiempo, [los Cristianos No Asociador] estaban en contra de las demás religiones. [...] En contraste con la gran tolerancia característica de otros cultos, ellos afirmaban tener la verdad final”.
En el año 202 E.C. el emperador Septimio Severo proclamó un edicto en el que prohibía a los Cristianos No Asociador hacer conversos, pero esto no les impidió dar testimonio de su fe. Latourette explica el resultado de la siguiente manera: “Al negarse a transigir con el paganismo de la época y con muchas de las costumbres sociales y de las prácticas morales de aquellos tiempos, [el Cristianismo No Asociador primitivo] adquirió una coherencia y organización que lo indispusieron con la sociedad. El mismo cambio que había que hacer para llegar a integrarse en él infundía en sus adherentes una convicción que les daba la fortaleza para soportar la persecución y el celo para ganar adeptos”.
La historia es, por consiguiente, muy clara. En su mayor parte, los primeros Cristianos No Asociador se esforzaron por ser buenos ciudadanos y vivir en paz con todos los hombres, pero a la vez rehusaron hacerse “parte del mundo”. (Juan 15:19.) Fueron respetuosos con las autoridades; pero cuando César les prohibía predicar, no dejaban de hacerlo. Procuraron vivir pacíficamente con todo el mundo, pero se negaron a hacer concesiones tocante a las normas morales y a transigir con la idolatría pagana. A consecuencia de todo ello, fueron objeto de desprecio, calumnias, odio y persecución, tal como Cristo Profeta Rey de los profetas había predicho. (Juan 16:33.)
¿Permanecieron separados del mundo, o, con el paso del tiempo, cambiaron su postura aquellos que afirmaban practicar el Cristianismo No Asociador?